miércoles, 5 de septiembre de 2018

LA BASE, COMIENZO DE LA CONSTRUCCIÓN.


El piso es la base de la logia y está constituido por mosaicos blancos y negros en forma de damero. La alternancia permanente en su disposición simboliza, entre otras cosas a la dualidad.

Sin entrar en etimologías y quedándonos simplemente con la definición de La Real Academia Española, podemos citar su definición, en la cual expresa a la “dualidad” como: “Existencia de dos caracteres o fenómenos distintos en una misma persona o en un mismo estado de cosas.”

Pensar en la dualidad es inevitablemente, atravesar por nuestras imposiciones sociales, y asociarlo a la separación, a los opuestos. Dios y el Diablo. Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El Yin y el Yang. Comunismo y capitalismo, los lados de “la grieta” e incluso la esquizofrenia y miles de etcéteras más. Pero me gustaría detenerme en este punto y realizar un análisis alternativo y algo heterodoxo para pensar a la dualidad no como oposición, sino simplemente como una diferenciación, en la cual, los elementos no tienen por qué estar necesariamente limitados a estar ubicados en las antípodas. La dualidad limitada a la oposición es un claro reflejo del pensamiento cotidiano de nuestra era, en el cual producto del constante incentivo hacia la economización de esfuerzos, vemos reducido también el planteamiento de un mayor número de posibilidades. 

Cuando en una composición hay dos elementos y se ubican enfrentados, es porque existe una fuerte repulsión entre ellos. En el arte podemos pensar en el cuadro de las lanzas de Velázquez, en ciencia en el principio de exclusión electrónica de Pauli y en diario, dos hinchadas en un partido de futbol. Los elementos contrapuestos normalmente no quieren ser uno, intentan acomodarse lo mejor posible, disminuyendo su energía, su potencialidad de acción. La acción y, sobre todo, la posición de los elementos en un sistema nos remite indefectiblemente a los conceptos de orden y caos (los cuales tampoco son necesariamente opuestos). Desde la física se explica al caos como un sistema con una alta entropía, siendo esta, una medida del desorden. A medida que pasa el tiempo, la entropía en el universo siempre aumenta, es más, la entropía es la única medida física que nos asegura que vamos hacia el futuro y no hacia el pasado. Por otro lado, el orden es la disminución de la entropía y sólo se consigue realizando un trabajo, invirtiendo energía en una acción. Así las cosas, una de las características principales de la vida es su capacidad para revertir la entropía en un sistema. En lo inanimado, una taza se cae y se rompe en varios pedazos, pero nunca varios pedazos saltan sobre la mesa y forman una taza. En la vida, las moléculas dispersadas en la faz de la tierra se organizan y pasan a formar parte de músculos, órganos y demás. Analizándolo de este modo, orden y caos son, simplemente, dos estadios de un mismo proceso.

Blanco y negro no son dos colores. El blanco podría considerarse un color producto del resultado de la suma de todos los colores del espectro visible para el ojo humano. El caso de lo que vemos como negro, es algo diferente, ya que es la ausencia de todos los colores, que, como humanos, podemos percibir. De este modo, la afirmación de que blanco y negro son “el todo y la nada” es válida, sólo en el pequeño intervalo de radiación electromagnética que podemos procesar en nuestro sistema perceptivo ojo-cerebro. Sería, a mi entender, demasiado antropocéntrico y reduccionista darle la categoría de opuestos. Y profundizando en la temática, se puede decir que los colores que vemos en lo objetos son productos de lo que ellos hacen con la luz que reciben de una fuente externa, así, un objeto negro es el que logra absorber toda la luz y uno blanco quien la rechaza completamente, razón suficiente para, por lo menos, reconsiderar nuestros presupuestos tradicionales del bien y en el mal.

Dualidad es el número 2. Es la reducción al mínimo posible de la sensación consciente de existir y a la vez, de estar seguro de que hay algo más. Es lo primero que notamos luego de nuestra propia existencia. Lo próximo inmediato. El dos. Lo que sigue. Es el comienzo de nuestra diferenciación desde que fuimos una célula inconsciente.
El piso es uno, está compuesto sólo por una forma geométrica que se repite, tiene una sola alineación, y como si fuera poco, tiene la misma altura en toda su extensión. Incluso, a simple vista, el mismo pulido superficial. Con tantas características que lo unifican, por que centrarse, para su descripción, sólo en aquella que lo hace diferente en sólo un aspecto: su color.

El piso de la Logia nos invita a construir desde la base, manifestando que la construcción se va a lograr por más que algunas de las características de los componentes no sean exactamente iguales. Tal como la construcción de Egipto con la unión de los pueblos del alto y del bajo, simbolizados a través de cada una de sus flores representativas: el loto y el papiro, respectivamente, siendo más complementarias que opuestas. Construir sobre todas las diferencias y tal como en la Logia, desandar el camino y expresarse sobre (y por sobre) todo. 

En definitiva, la reminiscencia lúdica del piso a través de los escaques nos invita a no olvidarnos de la estrategia en nuestra construcción permanente.

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