domingo, 16 de septiembre de 2018

ABLUCIÓN: BITÁCORA DE INICIACIÓN.


Siempre sentí que nada ocurre casualmente. Que todo lo que acontece tiene su causa así como su consecuencia, ya que todo debe de estar diseñado según un divino plan. Y como todo es por algo y para algo. Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo.
La fecha de mi iniciación en la logia seria la luna llena de Mayo. Según palabras de Papus: La luna domina sobre lo que denominamos en la tierra el mundo físico, y que en la técnica hermetista recibe el nombre de Mundo Sublunar.  La luna reproduce en sus fases la ley universal de involución y evolución dividida en cuatro periodos. Durante la primera mitad de su giro (Luna nueva a Luna Llena) aparentemente crece. Esta es la positiva y única fase que se debe usar para hacer rituales de magia e iniciaciones de cualquier tipo. Aproveché este ciclo cósmico para prepararme las semanas previas a la ceremonia. La fase llamada “nueva” es aquella en la cual la luna no es vista en el cielo. Durante estos días, la luna se encuentra en conjunción al Sol y suele representarse con el símbolo de un círculo negro. Esta fase se relaciona con el subconsciente, con el lado oscuro, y es óptima para realizar viajes introspectivos, ya que facilita la visualización y la intuición. Meditando sobre el trascendental paso que iba a realizar, llegaría a la ceremonia con una mente totalmente consciente e inspirada.
Mientras la Luna aumentara su tamaño, Yo descendería cada vez más hacia el centro de la tierra.
Mi alma atraviesa por un momento decisivo en esta vida, y en este estado de contemplación, aparece en mi mente la “estela de la revelación”, antigua lapida egipcia  en la que se muestra al difunto como sacerdote, presentando ofrendas al Dios Ra, para así obtener su muerte. Visualizando la estela me identifico con el sacerdote a la que perteneció, y cuyo nombre se traduce “mi vida está en la luna” o “el viajante del cielo nocturno”.
Según palabras del alquimista Pierre Dujols (Magophon): “Tanto un mago como un alquimista se deben comportar como un agricultor, sabiendo que la observación del cielo es imprescindible  para realizar sus labores en el momento adecuado. No se siembra el grano en cualquier estación. Cada cosa a su tiempo. No es por nada que la Obra filosofal es llamada la Agricultura Celeste”. Al igual que una semilla, y en las entrañas de la tierra, había llegado el momento de destruir lo exterior para dar lugar a la esencia interior e iniciar la germinación.
Como a muchas personas a lo largo de la historia, una soga al cuello me condujo hacia la muerte. Como muchas cosas que se experimentan por primera vez, atravesando obstáculos y entre tropiezos llegue a la Cámara de Reflexión. El haberlo hecho con los ojos vendados lo hizo complicado, pero también hizo que me introdujera cada vez más en mí, facilitando el hecho de atravesar un proceso que ya he experimentado muchas veces, la muerte.
El símbolo que más me impacto fue el del Gallo. Símbolo del despertar espiritual. Anunciaba aquella luz de la verdad que me alimentaria luego de salir nuevamente a la superficie.
La cámara me hace pensar en lo efímero de la vida y me hace dar cuenta de la necesidad de no desperdiciar mi tiempo. Para el hombre moderno, es muy difícil dimensionar el tiempo bajo la concepción con que lo hacían los antiguos. Para el primero, el tiempo es algo para gastar, es algo para consumir. Para los segundos, es algo para “experimentar” ya que el tiempo está “cargado”, “impregnado” de cierta fuerza la cual es distinta en un tiempo y otro. Por esto, sería conveniente  tener en cuenta cuándo es el tiempo propicio para realizar una obra y cuánto es el tiempo necesario para cumplimentarla. Así como la llama frente a mis ojos consume lenta y constantemente la vela. Mi tiempo tampoco se detiene y mi vida también se apagará.
   En este punto ya no estoy dentro de la tierra, soy yo dentro de mí, buscando una más alta conciencia.
   Al entender que la cámara de reflexión y todo el proceso previo al ingreso del templo se trata sobre la muerte. Puedo decir que he dejado en esa cámara los vestigios de la vida profana. Aunque esté despojado de mis objetos personales, tenga la ropa desalineada y una venda en los ojos frente a personas que no conozco, pueden comprobar con una espada en mi corazón y con diferentes pruebas, que soy un verdadero buscador de la luz y mis limitaciones personales han quedado atrás.
   De las tinieblas me dirijo hacia la luz y de la muerte a la inmortalidad; dejo a mis iguales para continuar el camino con mis hermanos.
   Personalmente una de las cosas que más me llamaba la atención era el parecido de la palabra “Templo” con la palabra “Tempo”:
Toda obra musical tiene su tiempo y su compas en la clave en la que están compuestas, pero, a la hora de llevar a cabo la interpretación es preciso saber cuál va a ser el “Tempo” en que será efectuada esta vez específicamente la obra. El tempo es una característica intrínseca de cada obra o de cada estilo musical, existen muchos tempos y es lo que permite saber en qué velocidad tienen que ser ejecutadas cada una de las notas que componen una partitura.
La palabra tempo también se ha utilizado en otras áreas artísticas, indicando, por ejemplo, la velocidad relativa con que sucede una acción en una novela, una obra teatral o cinematográfica, un programa de radio, etc. Es algo que se utiliza para darle un perfil a la obra y lograr así el efecto deseado en el que la experimenta.
Para que una obra, que es ejecutada, pueda exponer sus virtudes con mayor claridad, es necesario estar dentro de “Tempo”; o en este caso, dentro del Templo.
Para mí el ingresar al templo era ingresar en mí. La encarnación luego de la muerte. Habiendo dejado atrás una vida. Ingresar en otra donde reina la virtud. En este nuevo cuerpo decidiré yo mismo mi destino. Esta es la razón por la que me atreví a tocar las puertas del templo, para conseguir esas herramientas que permitirán reconstruirme y crear una mejor existencia.
Esta idea de reencarnación y de haber sentido la muerte y haber experimentado la transición me enseña que todo tiene que ver con ciclos, todo tiene su ciclo y su forma de hacerse. Al igual que las fases de la luna, las estaciones del año o la vida y la muerte, son experiencias que se viven una y otra vez. Lo mismo sucede con los viajes simbólicos, es un solo viaje que se hace tres veces, de diferentes formas, con diferentes obstáculos y obteniendo diferentes purificaciones. Lo que me enseña es que es inevitable recorrer el mismo camino, pero depende de nosotros haber aprendido de la vez anterior para así esta vez hacerlo mejor y obteniendo cada vez mayores beneficios.
En la vida común de un ser humano, son los ojos por donde nos llega más información del exterior; es quizás la vista el sentido que más usamos, del que más dependemos y en el que más confiamos. Por lo tanto, durante la experiencia de la iniciación, los ojos vendados, obligan a uno a utilizar los demás sentidos y experimentar la realidad desde un punto de vista que no se está acostumbrado. Esto te hace entender de otra manera las improntas que ocurren durante los viajes. Mi conclusión es que se realizan los viajes caminando con un pie descalzo y con el otro calzado porque esto ayuda a comprender el aspecto dual de las situaciones; así como las cosas del mundo se presentan en pares de opuestos, y a su vez nosotros lo vemos con dos ojos diferentes, el caminar de esa forma te hace notar en carne propia que una misma cosa se puede experimentar de dos formas diferentes.
   La venda en los ojos, además de ser necesario en la ceremonia para impedirme ver el interior del templo y a las demás personas que allí se encontraban, y además de simbolizar mi ignorancia e incapacidad; creo que también podría ser un intento por estimular la glándula Pineal, la cual es regulada por la entrada de luz a través de los ojos. Esta glándula se encuentra en el centro del cerebro y la relacionan con el “tercer ojo. Es la encargada de producir DMT. Este componente químico es un estimulante y alterador de la conciencia que producimos en grandes cantidades al momento de tener visualizaciones en la etapa del sueño, en el momento de nuestro nacimiento y en el momento de nuestra muerte. El doctor y científico estadounidense Rick Strassman propone que el canal entre la vida y la muerte es la experiencia psicodélica proporcionada por la DMT. Y él mismo se refiere a esta sustancia como la “molécula del espíritu”, ya que además de ser producida por la glándula pineal en nuestro cerebro, ésta molécula se encuentra dentro del cerebro de todos los animales y en todas las plantas. Por esta razón la DMT es utilizada en todo el mundo por numerosos cultos religiosos en ritos y ceremonias. Por lo tanto, al igual que en las iniciaciones de Eleusis, el tener los ojos vendados por tanto tiempo, podría aportar al recipiendario el elemento psicoactivo, ayudando a crear imágenes durante el viaje interior que éste experimenta durante la ceremonia de iniciación.
En presencia del Gran Arquitecto del Universo y de los hermanos reunidos en la logia; bajo una bóveda de acero, y entendiendo mis obligaciones; plenamente consciente y dispuesto entiendo los deberes que tengo para con mis hermanos y para con el resto del mundo profano; arrodillado de la rodilla izquierda, y con la rodilla derecha en escuadra, en signo de humildad, respeto y devoción; con la mano derecha sobre la palabra divina. Hago el juramento frente al Ara de mi conciencia. Estoy listo para ver la luz, y los hermanos que me rodean así lo piden.
   Cuando la venda me fue quitada pude ver a los hermanos que estuvieron presentes durante la ceremonia, me apuntaban con espadas recordándome que, aunque no nos demos cuenta y no lo percibamos, durante las acciones que realizamos día a día siempre hay entidades viendo nuestros actos, estas acuden en nuestra ayuda cuando lo merecemos y castigan con arrepentimiento punzante los corazones de los que faltan a su promesa. El ver desde esta posición a mis hermanos, algunos que reconocía y otros que veía por primera vez, me demostró al instante la solemnidad y seriedad de la ceremonia. Sin duda alguna, lo más sublime de la experiencia fue ver por primera vez la Luz Masónica, sumamente brillante y real, la cual no pude ver directamente por que de haber sido así me hubiese enceguecido al instante; pude apreciar rayos que salían de la cabeza de mis hermanos y se entrecortaban entre sus espadas; esa fue una experiencia inspiradora y revitalizante, sentí realmente que había despertado a una existencia diferente. Esta alteración de la conciencia a través de la luz es un fenómeno inmemorial que probablemente tiene su origen en la exposición al sol al atravesar un bosque o una selva: los rayos de sol que por una afortunada coincidencia son tijereteados por las hojas de tal manera que se genera un patrón y un ritmo de luz que va alterando la mente de la persona que atraviesa ese escenario. Ptolomeo en la antigua Grecia ya describe “la euforia” que producen estos patrones de luz. En su libro “Cielo e Infierno”, Aldous Huxley cita a la “fotoestimulacion” (pirotecnia y estrobos) como una forma de entrar en estados de conciencia alterados que producen alucinaciones o visiones sagradas.
Cuando pude por fin ver el templo, noté que la voz que me habló todo este tiempo provenía del oriente, representaba la sabiduría que nos otorga una conciencia iluminada; en el centro del templo, ubicado en el plexo solar del cuerpo humano que visualice durante la ceremonia se ubicaba el ara iluminada por las tres grandes luces; y recién ahora me doy cuenta que, al entrar desde el occidente, desde las tinieblas; durante los interrogatorios estuve siempre situado entre las dos columnas que se encuentran atravesando las puertas. Y al igual que en una catedral, los pies están al comienzo y la cabeza en el altar, al provenir de las tinieblas, me encuentro ahora en la parte más baja de mi desarrollo, en la parte inferior del cuerpo que ahora poseo; éstas son las piernas que me permitirán recorrer el camino del entendimiento. La columna izquierda significa que tengo la fuerza, y el paso del aprendiz, comenzado con el pie izquierdo, significa la seguridad con la que avanzo en el mismo.
   Los primeros símbolos masónicos que vislumbro resuenan en mi cabeza como un recuerdo antiguo. El cuadro del aprendiz me muestra las herramientas que obtuve y me da señal del infinito conocimiento en el arte de la construcción y del arduo trabajo que este requiere; el suelo cuadriculado me recuerda una vez más la dualidad de las cosas y las nubes de la incertidumbre son las que se irán despejando al esclarecer mi mente con el estudio y ascender a esferas cada vez más altas. El símbolo que más me llamo la atención fue el de La Escalera al Cielo, el cual era un elemento esencial utilizado en la Orden Hermética de la Aurora Dorada, en todos y cada uno de sus rituales. Según un miembro de la orden, Israel Regardie (1907–1985), el visualizar una especie de “escalera de Jacob” para unir el Cielo con la Tierra, permite utilizar de forma satisfactoria los cuatro cuerpos de los que estamos compuestos, es decir, el mental, el emocional, el material y el astral; sólo entonces, el acto mágico es posible.

Al ser reconocido por los masones reunidos esa noche como un hermano más, soy consciente de mis obligaciones y derechos, y de lo que se espera de mí. Esta noche me voy de aquí habiendo conseguido las herramientas y el método del trabajo. No así las purificaciones. Sino que estas tengo que conseguirlas por mi cuenta y con mi propio esfuerzo, desbastando con precisión mi piedra bruta. Franz Bardon, en su libro de iniciación al hermetismo, explica que los cuatro elementos se ven representados en el hombre a través de diferentes manifestaciones, que son los aspectos que conforman nuestra personalidad; y que cada uno debe reconocerlos para poder lograr el equilibrio
   La verdadera felicidad consiste en apreciar la satisfacción del deber cumplido, por lo que me comprometo a trabajar constantemente, pulir las imperfecciones de mi piedra bruta y morir una y otra vez de las costumbres triviales del mundo profano.
   Esta fue mi experiencia y algunos pensamientos personales sobre mi iniciación. Voy a terminar esta plancha citando la definición de “Ablución” según palabras de Oswald Wirth:
“en Alquimia, al sujeto, después de que ha experimentado Nigredo (Negrura), seguida de muerte y putrefacción, se le somete a Ablución, operación que se vale del lento goteo de la condensación de los vapores que se desprenden del esqueleto al serle aplicada externamente una llama cuya intensidad aumenta y disminuye alternativamente. Con este goteo continuo se va consiguiendo el lavado de la materia, que de negro pasa a gris y luego, gradualmente, a blanco. La blancura señala el éxito de la primera parte de la Magnum Opus. El adepto sólo puede lograr esto purificando su alma de todo lo que normalmente la turba”. El lavado, simboliza menos la purificación del demonio objetivo y externo que la de los demonios subjetivos e internos, a los que podemos denominar “privados”. Apenas hace falta añadir que el segundo tipo de purificación es mucho más difícil y penoso que el primero, dado que lo que pretende destruir es algo vinculado a la existencia misma, con todas sus necesidades vitales. El principio que contiene este procedimiento alquímico es el de la máxima “Niégate a ti mismo…”, siendo además un precepto indispensable para el auténtico progreso moral.

Escrito por D.R.
Imagen: https://masonerialibertaria.com/2016/04/06/la-iniciacion-al-primer-grado-de-la-masoneria-2/

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